Con el reciente estreno de “La piel más temida” de Joel Calero, que protagonizan Juana Burga y Lucho Cáceres, cinco películas peruanas se encuentran actualmente en cartelera, lo que evidencia, al margen de gustos y de la polémica, que el cine peruano goza de buena salud. Y no es solamente resaltante que historias nuestras se proyecten en la pantalla grande, lo destacable es que se hayan convertido también en éxitos de taquilla; “Chabuca” y “Vivo o muerto: El expediente García” pasan los 400 mil espectadores, “Vaguito” supera los 200 mil asistentes y “Yana-Wara” logra 30 mil. La lectura que genera ese inusual escenario en el que la producción nacional lidera las recaudaciones en las salas locales, es que el público, el gran juez en la industria del entretenimiento,  elige lo suyo, no por patrioterismo o pose, lo hace porque se siente atraído por historias que les resultan atractivas, sin más trámite que el de su gusto. Siempre, y eso es saludable, existirá esa crítica escrupulosa que desgrana cada escena, analiza las actuaciones y cuestiona los guiones, y da su veredicto, pero finalmente el público es el que da su última palabra y casi siempre no coincidirá con los que ven las películas con el lente especializado. Al margen de lo que significa gustos y colores en cualquier actitividad artística, muchas veces hemos escuchado ese lamento reiterado que en nuestro país no existe una verdadera industria del cine, y la respuesta siempre cayó de madura,  para que esta exista, hay que producir, hay que seguir estrenando cintas, de todos los géneros, estilos y propuestas. No se puede crecer en ninguna actividad si es que no se trabaja para que esta se desarrolle y en los últimos años hemos visto la aparición de compañías productoras que apuestan por lo nuestro. Lo peor, sin dejar de ser crítico, es que quienes están involucrados en la actividad cinematográfica, pierdan el tiempo en la eterna confrontación entre los que hacen “cine comercial” o “cine de autor”, que en lugar de promover la unión, genera una suerte de división que no lleva a nada. La actual oferta del cine peruano en nuestras salas, con todas sus propuestas, demuestra que vamos por buen camino. Hay un público que quiere verse reflejado en las pantallas locales y cada vez habrá más talento para encargarse de dirigir y producir historias que nos lleven a decir, ese cine es nuestro.