Se equivocan, garrafalmente, quienes minimizan o subestiman la denuncia periodística del grupo de amigos de tenis de Martín Vizcarra contratados en diversos estamentos del Estado. No es el presidente jugando tenis con un grupo de amigos: Fueron amigos antes y solo después de que Vizcarra llegó al MTC o se metió por la ventana a la Presidencia de la República, fue que este candoroso Club de la Raqueta -como lo hemos llamado en Correo- accedió a consultorías, puestos de trabajo u órdenes de servicio.

No sorprende tanto que los montos sean por varios miles de soles, sino que se hayan otorgado con una permisividad sospechosa y una asequibilidad que ya quisieran quienes no pueden vestirse de corto, intentar un drop shot o tener a su disposición el Lawn Tennis de la Exposición.

La revelación de Panorama deja en la atmósfera la necesidad de identificar si estos rentables servicios se dieron ante la imperiosa necesidad de las entidades convocantes, si los trabajos se cumplieron con rigor y a cabalidad, si se justificaron los montos estipulados y descartar, luego de todo ello, que no existió detrás el poder de un padrino poderoso y que usa la prédica de la moral solo como una hipócrita mascarilla que oculta su falsa integridad.

Los nombres de Alejandro Espinoza Fernández (MTC), Hugo Misad Trabuco (MTC), Edgar Zevallos Gonzáles (Agricultura), José Luis Alvarado Gonzáles (Mindef), Hernán Flores Ayala (Mindef) y Luis Cineros Méndez (diversas entidades) debieron haber ingresado, hace rato, a las oficinas más implacables de la Procuraduría, la Fiscalía y la Contraloría para determinar, en el más breve plazo, si hubo, aquí también, una organización criminal para desfalcar al Estado.

La miasma extendida en el pasado parece llegar hasta el presente como una mancha de aceite sobre los relucientes pisos de marmol de Palacio de Gobierno. Algún día, quizá muy pronto, se sabrá si allí también hubo quien no cayó pero resbaló.