Por años, muchos de los espacios de discusión, investigación y producción de conocimiento en temas educativos, han recaído en un puñado de profesionales que han circulado -de ida y vuelta- entre distintos espacios públicos y privados. Muchos de los problemas más latentes del sector, han sido abordados en estos espacios, con una dosis de ideología natural (“no hay educación sin ideología” señalan) que no ha permitido, en algunos casos, la apertura a ideas nuevas o posiciones distintas, minimizando la importancia de éstas y manteniendo, viento en popa, aquellos espacios de influencia y poder. Cualquier iniciativa distinta, podía correr el riesgo de convertirse en “contracorriente” o en motivo de cargamontón y, cuando ya no quedaran argumentos sólidos, aparecía como admisible hasta el uso de adjetivos y descalificación personal para bajarse cualquier nueva pretensión. Un ejemplo clamoroso resulta ser la lamentable descalificación de la educación escolar privada que, a opinión de un académico extremista, “no tiene mérito alguno” o “sus resultados son pésimos”, obviando señalar que ésta representa únicamente el 20% de la matricula nacional y que, aun así, toda la educación privada (incluida la muy criticada de “bajo costo”) sale mucho mejor parada en las últimas evaluaciones oficiales que toda la educación escolar pública que atiende al 80% de la población nacional, financiada con la recaudación de nuestros impuestos.

Por años, algunos de los conspicuos profesionales que coparon varios de estos espacios de discusión y que han desarrollado cerros de consultorías con diagnósticos y recetas (algunas sin aparente solución), parecen ser los únicos autorizados a opinar sobre el sistema educativo a pesar de que no han logrado desatar los múltiples nudos que lo traban, ni han logrado encontrar soluciones óptimas y sostenibles. Para la educación escolar privada, se ensaya, siempre, todo tipo de sobrerregulación en lugar de que los esfuerzos pasen por empujar a “ambas” -pública y privada-, por el mismo aro de exigencia y comprobación de condiciones básicas de calidad tal como sucede con todos los niveles y etapas de la educación superior. Pareciera que siempre hay justificación para no reconocer que la educación pública escolar de nuestro país está y sigue estando en grave crisis y que algo distinto y urgente debemos hacer, pensando “fuera de la caja” y fuera del “club”.