El inicio del año 2020 se había dado con salpicadura de sangre en La Libertad. La región que produjo incontables hechos delictivos en los últimos tiempos parecía volver a los días más recios, con el sonido de las balas de fondo. Solo en enero, La Libertad contaba con 28 crímenes. Antes de marzo, ya se hablaba de un nuevo récord de asesinatos en el primer trimestre del año. Hasta que llegó el coronavirus.

En un mes de ejecutado el estado de emergencia nacional, con las consabidas restricciones y con la omnipresencia -al menos por horas- de las fuerzas del orden en las calles, los crímenes reportados apenas llegaron a dos. Y, además, ocurrieron lejos de la llamada “capital de la eterna balacera”, Trujillo: en las provincias de Bolívar y Pacasmayo.

La policía misma se ha sorprendido por los resultados: un 79 por ciento de reducción en el índice de crímenes.

Algo similar ha ocurrido con las extorsiones, una modalidad “estrella” para el hampa de esta parte del país y que ataca no solo a las clases pudientes sino incluso a los comerciantes de bodega y pequeños empresarios. Solamente 4 casos de extorsión han sido denunciados en la policía en este mes. Es decir, hablamos aquí de un descenso del 90 por ciento de la incidencia en La Libertad.

Muchos señalan el poder disuasivo de las Fuerzas Armadas, que hoy patrullan las calles, para explicar estos resultados. Pero lo cierto es que la emergencia hace que las autoridades ejerzan un control más eficiente, pues el confinamiento y el toque de queda, de manera particular, cercan al mínimo, muy al mínimo, el margen de acción de los delincuentes.

Lo cierto es que la pandemia que a todos nos toca y nos tiene en un estado de anormalidad, también afecta al hampa. Eso sí, lo que no se ha reducido es el número de infractores a la ley de manera general. Son las personas que no acatan la inmovilización social.