¿Es probable que la reapertura económica esté propiciando -por ahora- un leve repunte en los casos de coronavirus en el país? Sí, es lo más probable. Y como los mismos funcionarios de salud del gobierno lo han admitido, los números permiten ver que hay un aumento, aunque por lo pronto ligero, en los reportes. Hasta hace poco, la tendencia era a la baja en el promedio nacional. El levantamiento de la cuarentena iba a traer de todos modos resultados. Pero aquello era una demanda de varios sectores.

Sí, de varios sectores. No provenía la urgencia solamente de los llamados grupos de poder económico. Muchas personas de clase baja y media querían ya volver a trabajar. “Si no nos mata el Covid, nos mata el hambre”, decían varias voces de comerciantes ambulantes de Lima recogidas por los medios de comunicación.

Y, además, estaba lo macro. La caída más estrepitosa de la economía, una recesión nunca antes vista según las palabras del titular del Banco Central de Reserva, Julio Velarde. El gobierno ya había paralizado todo durante tres meses para frenar el avance de la pandemia. La pandemia, como todos vimos, no pudo ser frenada, aunque hay estudios que indican que de todas maneras se evitaron decenas de miles de muertes más. A juzgar por lo visto, por el desastre sanitario que ha generado el coronavirus, no es descabellado pensar que sin medidas restrictivas tan rigurosas esto habría sido -en efecto- peor, muchísimo peor.

Pero el confinamiento ya no daba para más. Así que no quedaban opciones. Había que aprender a convivir con el virus, cambiar los hábitos, meter protocolos que nunca antes se nos habría ocurrido seguir en una economía tan informal como la nuestra. Habrá un costo, irremediablemente. Eso es algo que no lo dirá el gobierno o quienes están más preocupados por la economía. Y aún no sabemos cuán cara será esa factura en términos humanitarios.