El Día del Trabajo nos recuerda la histórica lucha de los trabajadores por condiciones laborales dignas. Su origen se remonta al siglo XIX, con las huelgas en los Estados Unidos del 1 de mayo de 1886, donde se exigía la jornada laboral de ocho horas. Estas protestas culminaron en la tragedia de Haymarket en Chicago, donde varios trabajadores perdieron la vida. Sin embargo, la reivindicación de derechos laborales apenas comenzaba.
En 1917, la Constitución mexicana marcó un hito al reconocer derechos como la jornada de ocho horas, el salario justo y la protección laboral, convirtiéndose en un modelo para otras naciones. Pocos años después, la Constitución de Weimar en Alemania (1919) incorporó principios sociales y laborales, garantizando derechos fundamentales y la participación de los trabajadores en decisiones económicas. Más adelante, la Ley Fundamental de Bonn (1949), actual Constitución alemana, consolidó un Estado social y democrático de derecho, asumiendo la responsabilidad de garantizar condiciones de vida dignas y promover la justicia social.
Ambas constituciones, una en América y otra en Europa, reflejan el impacto de los movimientos obreros en la legislación mundial, mostrando cómo la lucha de los trabajadores moldeó las leyes y políticas laborales que hoy rigen en muchos países. En la actualidad, el Día del Trabajo va más allá de una simple conmemoración; es un momento para reflexionar sobre los avances y desafíos en este ámbito. Cada lucha por mejores condiciones laborales sigue marcando la historia, mientras que las constituciones modernas integran sus principios esenciales, asegurando su evolución y protección.