Ya en la recta final de la contienda electoral, se nos ocurre echarle un ojo al discurso diario de los cinco primeros candidatos a la Presidencia. Aunque de manera superficial, estudiar su uso del lenguaje nos permite observarlos desde otro ángulo.

En primer lugar, Keiko Fujimori, que le ha pedido perdón al Perú por los errores del gobierno de su padre. ¿Errores? Lo que hace la ex primera dama al decir “errores” es tratar de eximir de responsabilidad a su progenitor. Ahora afirma que las torturas de las que fue víctima su madre son una “leyenda”. Está dorando la píldora, a decir de lo que se sabe. El mea culpa no es completo.

En segundo lugar, Pedro Pablo Kuczynski, con sus denodados esfuerzos por aproximarse a la gente. PPK trata de acercarse a los peruanos de a pie, pero su lenguaje técnico, digno de un economista como él, y su castellano un tanto desarticulado lo hacen parecer más gringo de lo que es, lo cual inevitablemente marca una distancia con el gran público.

En tercer lugar, César Acuña, el de la “raza distinta” y la “plata como cancha”, se refiere a sí mismo como un provinciano que empezó de cero y que ahora, convertido en un exitoso millonario, aspira a la Presidencia porque es lo único que le falta. Sus discursos carecen de la fluidez y cohesión que se esperaría de un aspirante a gobernante, sobre todo si es dueño de una universidad. Así, Acuña transmite el mensaje de que el que tiene plata habla como quiere.

En cuarto lugar, el expresidente Alan García, reconocido por sus dotes de elocuencia y oratoria, prácticamente perdió el habla cuando fue cuestionado acerca de Milett Figueroa. Y es que el candidato aprista ara en el mar al deslizar la posibilidad de que la modelo en cuestión y el piloto Mario Hart sean candidatos. Una cosa es aproximarse a la juventud y otra cosa convertir al Congreso en un reality. Pero Alan es un zorro viejo y sabe lo que hace.

Y por último, en quinto lugar, Julio Guzmán, al llamar “dinosaurios” a sus contrincantes, trata de aparecer como una opción más joven y renovada. No obstante, al revelar que su esposa es quien mantiene su hogar, dado que esta es una sociedad machista, evoca la imagen del presidente Humala (y muchos no quieren repetir el plato).

Cuando se trata de la prédica política, no es posible improvisar, porque se corre el riesgo de pasar como inexperto o poco preparado. Digo.