El completo ensañamiento de la Corte Suprema de Colombia contra el expresidente de ese país, Álvaro Uribe, me recuerda al de la justicia peruana contra el exmandatario, Alberto Fujimori. No hay nada que hacer, vivimos en un mundo que cada vez está más de cabeza y al revés. Hay colombianos y peruanos con poca memoria sobre el rol de sus gobernantes, que seguramente, no siendo infalibles y llenos de defectos, lo dieron todo por sus pueblos. Uribe y Fujimori, lo hicieron combatiendo al terrorismo por la paz de sus pueblos. Esto es incontrastable. No defiendo que Uribe sea inocente -siempre he dicho que Fujimori para el derecho es un delincuente porque fue condenado y aunque luego indultado, la pena fue extinguida, pero jamás la imputación-, eso que lo haga la justicia de su país, sino que morbosamente se lo conmine a afrontar un juicio recluido en su propia casa como si fuera culpable sin sentencia, tirando al tacho el principio de presunción de inocencia que es imperativo en el derecho, y que por esa aberración jurídica, tenga que afrontar el proceso de su defensa privado de su libertad. Los jueces colombianos, como los de mi país por el caso de Fujimori, han terminado consumados como fantoches del poder político. ¡Qué vergüenza!. El ensañamiento es la mayor bajeza humana, es la ruindad del alma y quienes lo hacen porque practican la inmisericordia, tarde o temprano por su calculado macabro acto, terminarán siendo revelados a los ojos de la censura perpetua. Deberían leer en Colombia y en el Perú, la doctrina sobre la institución del jefe de Estado, porque a este paso ya no valdrá nada ser presidente. Uribe impugnará la arbitraria decisión pero Fujimori parece ya no tener fuerzas para revertir una vil medida que acabó con el indulto y la cosa juzgada, instituciones pétreas del derecho. Uribe, más joven (68 años) y Fujimori, con 82 cumplidos, no deben permanecer recluidos, y mucho menos el peruano, morir en la cárcel como Augusto B. Leguía, en 1932. No seamos pueblos indiferentes y malagradecidos.