Se dice que la Navidad es el momento en que un abrazo reemplaza a las palabras. Y si en todo el año hay diferencias, pugnas y enfrentamientos este día la solidaridad, la fe y la emoción nos iguala.

En este mundo que nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como un amigo, en Navidad es todo lo contrario. Por eso duele que veamos en los últimos tiempos disputas, agresiones, ataques y tormentas de antagonismo y odio no solo en la clase política sino también en las calles y carreteras, especialmente en Ica y La Libertad. ¡Cuánto daríamos para prolongar el espíritu de la Navidad hasta el milagro!

Esperemos que este día nos motive a la reflexión, la concordia y la unidad. Lo que se necesita ahora es complementarnos y no desintegrarnos como país. Ante el incremento de protestas, que muchas veces escalan hasta la violencia, sería ideal que se imponga el diálogo. Los protagonistas deben tender puentes y buscar la unidad de criterios. Hay que trabajar por un interés común. “Ninguna negociación puede tener éxito si antes de empezarla, las partes no renuncian a vencer”, decía un líder político mexicano.

De eso se trata, sentarse a la mesa y entenderse será el mejor aporte para el bienestar el país, de este Perú que no es de unos o de los otros, sino de todos.