Las adaptaciones de libros, cómics y otras historias a series y películas siempre implican cambios, unos más radicales que otros. Es casi una regla que estos productos audiovisuales no sean una representación total de lo que se muestra en la palabra escrita, tanto en el papel como en la web. Este trabajo necesita de una nueva mirada, de una propuesta que, por supuesto, es una lectura particular de la obra y, en la mayoría de los casos de adaptaciones logradas, se trata de una idea que mantenga la esencia de la ficción que se mostrará en la pantalla. Esto se puede ver, desde el comienzo, con “El Eternauta” de Netflix, la serie de Bruno Stagnaro, protagonizada por Ricardo Darín, que lleva a la plataforma de streaming la historieta argentina homónima de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. El primer gran cambio de esta ficción es que sucede en nuestro presente y no en 1963. Es una decisión que, si se miran los seis episodios de la primera temporada, no es tan polémica como cambiar el arranque del cómic: la conversación de Juan Salvo, el protagonista, con Oesterheld como personaje. Este recurso, que funciona de manera conmovedora y potente en el papel (y que se vuelve más impactante al saber que el historietista y sus hijas fueron desaparecidos en 1977), no ha sido tocado en estos capítulos y deja la gran incógnita sobre su abordaje próximo o un descarte total. Me parece que esta última opción sería viable si la producción televisiva encuentra otra forma igual de poderosa para cerrar el círculo de la obra y completar el mensaje: todavía estamos a tiempo de salvarnos y no repetir la tragedia del mundo. Esto queda en vilo con el fin de esta entrega, porque la serie se ha tomado tantas licencias en la historia, un camino que ha generado inconformidad entre los lectores de la historieta y una curiosidad entre los que no sabían de la historia original. Sin embargo, no se puede negar que, con otros dramas y una trama transformada, esta versión de Stagnaro ha mantenido la idea del conflicto de los personajes en medio del fin del mundo: naufragar entre salvar mi propio pellejo o de los demás a pesar del riesgo de perder lo poco que tengo. Una realidad tirante que muestra las múltiples expresiones de la condición humana en un contexto atroz como la masiva muerte de personas por una misteriosa nieve, una de las tantas situaciones a las que la creación de Oesterheld y Solano se adelantó desde la ciencia ficción. Aunque haya modificaciones, el héroe colectivo de “El Eternauta” sigue su viaje.