Si el premier Guido Bellido informa que el tema de la cremación de los restos de Abimael Guzmán no se tocó en el Consejo de Ministros, al día siguiente Dina Boluarte, la vicepresidenta, y otros ministros más salen a desmentirlo y a señalar que el caso si se debatió. Si Pedro Francke, el ministro de Economía, anuncia que se encamina la continuidad del presidente del BCR, Julio Velarde, Bellido sale a decir que no hay nada definido y que hay que esperar que Pedro Castillo decida.

Si Pedro Castillo señala que usará los canales del Congreso para reformar la Constitución, Vladimir Cerrón, el propio Bellido, Boluarte y Guillermo Bermejo se esfuerzan en detallar del despliegue de esfuerzos para recolectar firmas para una Asamblea Constituyente a través de un referéndum. Si Bellido sale a pedirle la renuncia al ministro de Trabajo, Iber Maraví, Castillo ratifica al acusado de senderista en el cargo y señala que nadie le va a imponer la agenda.

Si el vicecanciller Luis Enrique Chávez asegura que el Perú no reconoce a ninguna autoridad legítima en Venezuela desde el 5 de enero de 2021, Bellido se apura en responder que no es así, que es todo lo contrario y que si quiere Chávez y su jefe, el canciller Óscar Maúrtua, tienen las puertas abiertas para irse.

Son solo algunos ejemplos de este gobierno del despelote, de la tragicomedia que representan esta sarta de impresentables y advenedizos, de estos bufones de la gestión pública que nadie puede tomar en serio y que tienen como única apuesta seria la de perpetuarse en el poder a través de cualquier mecanismo que se los permita. ¿Hasta cuándo seguiremos en manos de estos desadaptados? ¿ Hasta cuándo puede estar un país bajo el paraguas de estos reyes de la farsa y la vergüenza internacional? ¿Hasta cuándo esta pesadilla a la que nos llevaron los votos de los “cojudignos”? Porque si de algo no habrá que olvidarse es que este desastre tiene, uno por uno, nombre y apellido.