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Son días muy duros para el aprismo norteño. En Trujillo, donde nació Víctor Raúl Haya de la Torre, la militancia mantiene un silencio sepulcral, sus voces se han apagado luego de la estridencia de los gritos de alabanza y loas durante las exequias de su líder, Alan García.

En la Casa del Pueblo del jirón Pizarro, en pleno centro de Trujillo, se percibe la tensión. Las pantallas de TV alojadas en algunas de sus estancias y en el cafetín dan las noticias sobre las últimas revelaciones del caso “Lava Jato” y no hay debates encarnizados ni gritos frente al televisor, como en otros años combativos.

Quizá sea diferente en las redes sociales, aunque tampoco es para tanto. Algunas autoridades políticas y representantes del aprismo en La Libertad que defendían con entusiasmo la inocencia de Alan García han reculado luego de las declaraciones de Jorge Barata en Curitiba, la semana pasada. Algunas voces aisladas se mantenían en dicha defensa, pero desde ayer en que se reveló la confesión de Miguel Atala que incrimina al fallecido líder aprista como receptor final de los $1,3 millones transferidos por Odebrecht a su cuenta en Andorra, estas defensas han sido prácticamente neutralizadas.

Una gran incógnita se cierne ahora sobre el futuro del partido fundado por Haya de la Torre en la cuna misma de esta organización política. La confesión de Atala, sumada a la del hijo del exsecretario de Palacio Luis Nava, son como el inicio de la gran caída de un castillo de naipes que tenía como miembro central a García. Se esperan más revelaciones en los próximos días. Y por ahora no hay voces dentro del APRA norteño que anuncien un nuevo punto de quiebre.

El gran debate, puertas adentro en la Casa del Pueblo, se hace obligatorio. Pero por ahora las evidencias sobre García y su entorno en la trama de corrupción de Odebrecht han paralizado a los apristas, los han dejado sin reacción.