Solo en el Perú puede ocurrir un absurdo tan grande como que alguien como Pedro Castillo, que ha querido dar un golpe de Estado y ha ordenado a la Policía Nacional que cierre el Congreso y no deje entrar a los legisladores elegidos democráticamente por más impresentables que sean muchos de ellos, pretenda ahora pedir el voto de los ciudadanos para ser parte de ese mismo Poder Legislativo que hizo intervenir por la fuerza y sin el menos amparo legal, para asumir poderes dictatoriales.
Un comentario aparte merece el promotor de Castillo como candidato. Me refiero al congresista de izquierda Roberto Sánchez, que ha convertido a la agrupación política de su propiedad en un refugio de petarderos de la democracia peruana. Primero intentó una alianza con el asesino de policías Antauro Humala, luego pretendió dar empleo en su bancada parlamentaria a la golpista Betssy Chávez, y ahora acoge a profesor chotano, cabecilla del quiebre del orden constitucional del 7 de diciembre de 2022.
Pero volviendo al recluso de la Diroes, es evidente que hay que tener la cara más dura que la sanción penal que le espera por golpista, como para postular al Senado en las próximas elecciones generales y pretender ser parte del Poder Legislativo que este mismo sujeto quiso cerrar rodeándolo de militares, policías y tanques. Es como que alguien que intentó incendiar tu casa pero no lo consiguió porque los fósforos estaban vencidos, luego te pida que lo dejes entrar. Esto es una burla total.
Pese a todo, estoy convencido de que aunque sea elegido legislador, porque un absurdo así podría ocurrir solo en nuestro país, Castillo no podrá jamás ejercer su cargo simplemente porque en breve será condenado por golpista, y más tarde por ladrón. Ni la complicidad del Congreso que se niega a inhabilitarlo pese a la flagrancia de su delito visto por todo el país a través de la televisión ni sus tristes aliados internacionales como los comunistas Claudia Sheinbaum y Gustavo Petro, podrán salvarlo una larga carcelería.
Los golpistas como Castillo y quienes los acogen en sus partidos como Sánchez –en su momento también señalado como cómplice en el quiebre constitucional–, no deberían tener cabida en una democracia como la que tenemos la obligación de preservar. Deberían ser repudiados en las urnas por sinvergüenzas, por frescos, por farsantes, por tratar de burlarse de los peruanos, y por despreciar el valor del sistema actual y las libertades que trae. Esta gente no debería ni pasar la valla electoral.




