En más de una campaña presidencial hemos escuchado la promesa del destrabe de proyectos paralizados o con problemas de ejecución.

Qué duda cabe de que necesitamos destrabar los proyectos que han visto problemas en su ejecución física y contractual; sin embargo, este enfoque, y las medidas que de él se derivan han terminado siendo los únicos puntos de agenda de la política pública en materia de gestión de infraestructura en la última década. Además de la simplificación de la preinversión con el Invierte.pe, no ha existido una medida concreta destinada a reformar el ecosistema que se teje alrededor de la ejecución de proyectos y megaproyectos.

Si la regla es el retraso en las obras y la mala calidad de los expedientes técnicos, el destrabe solo será un analgésico que aliviará el síntoma por un tiempo sin encontrar la cura a la enfermedad que es, un sistema de gestión de infraestructura burocrático, con un enfoque netamente hacendario y destinado a fallar.

Evitemos el destrabe. Dejemos de mirar solo la punta del iceberg y tomemos el toro por las astas. No puede ser que seamos malos en todo, es decir, malos ejecutando hospitales, colegios, obras de saneamiento y transporte, proyectos de irrigación, entre otros. La magnitud del problema requiere de reformas estructurales. La agenda de política pública aún sigue girando en torno a la promesa del corto plazo y no alrededor de una visión de desarrollo del país. No tengamos miedo, demos el salto.