GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

El recuerdo de la abuela que baila al compás de su propio ritmo, el de sus recuerdos. La nostalgia por un amor perdido, el festejo por una bienvenida, la tristeza de un adiós, el dulce arrullo; en todo hay música. A veces silenciosa, solo suena en el pecho, en el alma, a veces fuerte como la vida misma, pero allí está intacta para todo lo que sirva. Quizás por eso la partida de quienes nos regalan, sin pretenderlo, la banda sonora de nuestras vidas duele, nos deja abatidos, como si alguien de la familia nos abandonara de pronto y sin previo aviso. Sea el género que sea, esos seres iluminados que cantan los que nosotros no podemos, que escriben lo que no nos atrevemos y se pasean por el mundo despertando sentimientos de los buenos; todos ellos ocupan el lugar que se merecen, el de cómplices de ese viaje de ida sin vuelta que nos toca a todos. Camilo Blanes, Sesto para la gente, uno de los más grandes de la canción romántica en español, fue uno de ellos, el que se convirtió en el cantor del sentimiento, del desconsuelo, de la lágrima; y vamos más allá: el de la mesa llena, el de las botellas, el de la revancha y el de ese amor que “nos tiene el alma herida”. Camilo nos dejó esta semana, se fue de repente sin que nadie supiera que sufría tanto o más que esas canciones que lo llenaron de halagos y que se hacían grandes entre celos, perdones, escondidas y amantes. Mientras seguían sonando en todo el mundo hispano estos éxitos que transcendían generaciones, el ídolo prisionero de su fama, sus demonios, sus dolores y sus fantasmas agonizaba de a pocos recluido en su mansión madrileña de Torrelodones. Ya no era el mismo de antes, ni tenía la voz que lo identificó, ni ese rostro que despertaba la idolatría de las muchachas y menos su vena creativa, todo ya era parte de un recuerdo que él mantenía vivo con apariciones esporádicas y despedidas de los escenarios que no lo dejaban muy bien parado. El creador de “Algo de mí”, que tanto luchó por un hijo que quiso cerca a como dé lugar, vio que ese hijo no estaba a su lado cuando más lo necesitó, quizá el dolor más grande de su vida y que nunca admitió. Camilo Sesto murió a los 72 años y con él también se fue uno de esos compositores y cantantes que suenan a recuerdo, a pasado, pero también a grandeza y a una época que no ve un recambio. La lágrima es por él, pero también porque ya no quedan muchos, así duela. El corazón necesita de cantores y con Camilo Sesto se fue el más grande.