El huracán que arrasa con el nivel de confianza de las instituciones se llama opinión o percepción pública, que no es otra cosa que la sensación de los ciudadanos por sus autoridades y funcionarios. Y vaya que en nuestro país no se salva nadie: según una encuesta del INEI sobre gobernabilidad, transparencia y democracia, realizada de enero a junio de este año, 6 de cada 10 peruanos no cree en ninguna entidad pública.

Aunque el resultado se puede tomar a la ligera, preocupa que los peruanos tengan poca confianza en quienes rigen los lineamientos del país. Un termómetro caliente, sin duda, medirá las ánforas de abril de 2026, cuando los electores elijan al presidente y legisladores, lo que marcará la verdadera encuesta nacional. Por lo tanto, corremos el riesgo de volver a decidir con el hígado.

¿Qué esperan los ciudadanos de sus instituciones para recuperar la confianza? ¿Qué harán esas por frenar este fenómeno y devolverles la fe? ¿Es importante que vuelvan a creer? En seis meses es casi imposible que los peruanos cambien de opinión. Pero, al menos, esa caída de ánimos deberá ser detenida con acciones a corto plazo. La seguridad ciudadana y las elecciones son las pruebas de fuego. Los partidos políticos son los que tienen menos crédito de los ciudadanos: un 93.6 % de estos los rechaza y solo un 2.7 % les tiene confianza. Curiosamente, por los representantes de estos hay que elegir para que gobiernen. No hay de otra. La política es percibida como un lastre, pero, a la vez, es la que puede hacer que esto cambie. Ojalá que sus dirigentes entiendan que ya no hay espacio para el ensayo, que se aproxima un voto de revancha, que si no reaccionan habrá una debacle institucional.