En todo proceso electoral, tan importante como la victoria del candidato ganador es la identificación de quien ejercerá el papel de oposición política desde el Congreso de la República. Nos referimos al postulante que obtenga el segundo lugar, ya sea en primera vuelta o balotaje. La democracia, como gobierno de mayorías que respeta a las minorías, exige visibilizar no solo al presidente electo, sino también al liderazgo que encarnará su oposición.
La reciente reforma constitucional que restablece el Senado en el marco del neopresidencialismo peruano permite que los integrantes de una fórmula presidencial postulen simultáneamente al Congreso. Esta innovación abre la posibilidad de que los candidatos no electos accedan a un escaño desde el cual puedan ejercer una oposición parlamentaria legítima y continua. Esta función fortalece el sistema de contrapesos y permite proyectar liderazgo político con miras a futuras elecciones.
En la actualidad, la culminación de la campaña presidencial suele traducirse en la casi desaparición pública de los candidatos perdedores de la contienda. Su presencia en el Congreso, sin embargo, puede consolidar la cohesión partidaria, reforzar la lealtad hacia el liderazgo que impulsó la representación legislativa y mostrar una organización capaz de fiscalizar con conocimiento del aparato estatal. De este modo, se configura una oposición institucional que no solo controla, sino que se prepara para gobernar.