Dicho y hecho, ya Maduro ha anunciado que convocará a una “Asamblea Popular” que actúe en paralelo con la Asamblea Nacional recientemente electa y en la cual la oposición obtuvo la mayoría calificada con 112 escaños. Esto era de esperarse: el dictador no se podía quedar con los brazos cruzados viendo cómo su mamarracho de revolución se le iba de las manos y tampoco a los cubanos “asesores”. Hay mucho en juego para ellos, los que ocupan actualmente el poder, pues para los cubanos por ejemplo es una importante carta de negociación con EE.UU., al que presionan para el levantamiento del embargo y el manejo del petróleo, por un lado, que les da una hegemonía en el Caribe y también una proyección para los países del sur. Y, por otro, el monstruo de Maduro y compañía, todos sus familiares enriquecidos y mafiosos del narcotráfico, que saben que no tienen dónde refugiarse si su gobierno termina por caerse sin haber podido al menos lograr una negociación para salvar su pellejo, y es que ha corrido mucha sangre, asesinatos a mansalva, demasiada persecución y encarcelamientos, por lo que las organizaciones de DD.HH. lo buscarán en cualquier parte. Equivale a una bestia herida a la que no le queda otra opción que luchar hasta sucumbir. El Ejército de Venezuela ha comenzado a darse cuenta de las implicancias de apoyarlo, y es así que su comandante general se abstuvo de intervenir en la elección de los miembros de la Asamblea. Por ello Maduro crea este nuevo títere de “Asamblea Popular”, que es un desconocimiento a la legalmente constituida y un intento de manejar con ella los destinos de su revolución mamarrachera y criminal.