El Congreso de Chile acaba de aprobar el matrimonio igualitario que deberá ser incorporado en su derecho nacional. Impropiamente conocido como matrimonio de personas del mismo sexo, el derecho comparado, que existe por los diversos sistemas jurídicos que contamos en el mundo, lo nomina de diversas maneras. Así, en los países anglosajones, suele llamarse equal marriage, y en las naciones de predominante influencia francófona, como mariage pour tous. 

Conforme a la abundante literatura de los últimos años, que se ha constituido en doctrina por los derechos homosexuales, quedarán incluidos en este presupuesto, a las lesbianas, transexuales, transgénero, bisexuales, intersexuales, etc., y ciertamente -no se puede tapar el Sol con un dedo-, es un logro en la calificación de hito, en la lucha por los referidos derechos homosexuales; sin embargo, el primer registro de su aprobación en nuestra región corresponde a Argentina (2010) y en el mundo lo tiene Dinamarca que lo permitió desde 1989, siguiéndole Noruega, Suecia, los Países Bajos y Bélgica. Lo que acaba de decidirse en Chile, entonces, es la juridización del matrimonio entre dos personas del mismo sexo.

Creo que la unión homosexual -sería un completo despropósito oponerse-, no debió llamarse matrimonio porque esta denominación conforme las fuentes del derecho en su construcción histórica, es una exclusividad para la unión de un varón y una mujer. No se trata de ser anacrónicos o contrarios a que exista un reconocimiento de derechos, por cierto, legítimos y bien ganados de las personas, pero no se debe desnaturalizar o forzar a las instituciones de la sociedad internacional que han pervivido milenariamente como pétreas manifestaciones de la primera unidad básica social humana. La pregunta que muchos se están haciendo en nuestro país, es si acaso el Perú seguirá la suerte de Chile que se incorpora a los 31 Estados del mundo -en total son 193-, que lo han reconocido, ingresándolo ipso iure en sus ordenamientos jurídicos. Para que eso suceda en medio de una sociedad peruana, aún en la balanza de nuestra vida bicentenaria, más conservadora que liberal, deben efectuarse cambios que no son fáciles, como en el Código Civil de 1984, que define sensatamente al matrimonio como la unión de un varón y una mujer.