Ayer, miércoles 5 de febrero de 2020, ha sido el mejor día en la vida política de Donald Trump y debe estarlo celebrando con creces. Casi como preludio a su espectacular presentación en el Capitolio la noche del día anterior en que rayó en aplausos por los asistentes luego de pronunciar un discurso político a lo americano propiamente dicho, es decir, arrancando a los presentes lágrimas al ensalzar a la denominada gran nación americana relevando el “Destino Manifiesto” o doctrina de la grandeza americana -está muy bien asesorado y eso confirma su astucia como jefe de Estado- en su combate frontal contra el terrorismo internacional, que es uno de los mayores temores de la ciudadanía, el Senado del Congreso estadounidense, donde hace tres semanas se había iniciado un juicio político o impeachment en su contra, lo ha absuelto de los cargos de abuso del poder y obstrucción de la justicia.

Jamás se consiguió los 2/3 de los votos, es decir, 67 de los 100 que compone el número de miembros del Senado. Apenas 48 donde se incluye el único voto republicano del senador por Utah, Mitt Romney, uno de los mayores críticos de Trump. Estaba cantado que ese sería el desenlace. Pasada la tormenta política ahora Trump está más empoderado que nunca. La premisa anterior, a estas alturas del partido, resulta incontrastable pues el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América, que ha sido objeto de mil cabes demócratas que buscaban debilitarlo, tiene el plato servido camino a las elecciones del 3 de noviembre de este año en que buscará la reelección.

En adelante, los recursos de Trump estarán concentrados en mantener su pétrea posición en el frente interno y para eso ya ha demostrado que sabe moverse como un pez en el agua -los gringos pobres lo siguen aplaudiendo-, sorteando diversas arenas movedizas que en buena cuenta han sido las denuncias en su contra por una diversidad de imputaciones archiconocidas. Los demócratas deben estar completamente desesperados y en adelante van a tener que pensar detenidamente cualquier paso que quieran dar para impactar al presidente neoyorquino en la idea de desprestigiarlo pues podrían seguir perfilándolo -sin querer queriendo- como el presidente candidato sin rivales de temer.

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