No guardo muchas esperanzas de lo que pueda decir hoy ante el Congreso y el país la presidenta Dina Boluarte, pues si en los dos años anteriores, a través de extensísimos discursos, prometió y ofreció grandes soluciones a los problemas que aquejan a los peruanos como la inseguridad, la corrupción, y las carencias en salud y educación, y poco o nada se hizo, qué se podría esperar ahora que la señora está de salida en medio del rechazo casi generalizado de la ciudadanía.
Pienso que si no la vacan en medio de un escándalo mayúsculo por algún tema que aún no ha salido a la luz, el país irá en automático concentrado en el proceso electoral, y siempre en medio de la ola de violencia en las calles, el silencio presidencial ante las denuncias que pesan en su contra, el incremento del gasto público que estallará en la cara al próximo gobierno, la falta de apoyo a la inversión privada, las deficiencias en infraestructura y todo lo que venimos padeciendo, esto, pese a lo que diga hoy la mandataria en el Congreso.
Sin embargo, creo que el “mejor” mensaje que podemos captar hoy los peruanos, incluso antes de que la jefa de Estado pronuncie sus primeras palabras, va a ser el de lo mal que hemos votado en 2021, pues frente a nuestros ojos estarán no solo la señora Boluarte –una herencia de Pedro Castillo y Perú Libre, un partido de comunistas petarderos de la legalidad–, quien a su lado tendrá al nuevo presidente del Congreso, José Jerí, un hincha entusiasta de Martín Vizcarra y hoy investigado por violación sexual y otras perlas.
En la cumbre del poder del Perú del bicentenario, veremos a quienes jamás debieron estar allí: una señora sin mayores luces políticas que provino del partido de un prófugo de la justicia que también llevó al gobierno a un filosenderista y semianalfabeto que acabó tratando de dar un golpe de Estado; y a su costado a un presunto abusador de mujeres, que además ha sido señalado por recibir una coima cuando estaba al frente de una comisión parlamentaria. Una dupla de antología.
Más bien, el mensaje de hoy para los peruanos debería ser, más allá de las palabras que escuchemos quizá a lo largo de varias horas: en el 2026 no optes por personajes como los que estás viendo por televisión, no puedes votar por los delfines de Vladimir Cerrón o de Martín Vizcarra, Daniel Salaverry y Patricia Li, y después exigir una conducción eficiente y honesta del país que en su bicentenario no merecía las autoridades que tenemos ante nuestros ojos, pero que al menos, gracias a la democracia vigente, pronto se irán.