Cien días duró José Salardi al frente del Ministerio de Economía y Finanzas. Dentro de sus logros podemos citar el crecimiento cercano al 5% de la economía en marzo, un déficit fiscal acumulado de 2,9% (dentro de los márgenes establecidos por la regla fiscal) y un crecimiento de ingresos tributarios del 17% en abril. Además, el importante impulso a un shock desregulatorio (aplaudido por todos) compuesto de 402 medidas; pero, sobre todo, el privilegiar las asociaciones público-privadas que ya había venido innovando e impulsando desde su anterior cargo en ProInversión. Crear un “apagón desregulatorio” bien pensado y articulado fue, ciertamente, muy aplaudido y elogiado por el sector empresarial.

Su talón de Aquiles lo constituyó, quizá, su propuesta de crear una unidad central de inversión pública que resultara eficiente y eficaz (con miras a consolidarse como un nuevo Ministerio de Infraestructura y Obra Pública) a través de la cual se pretendía unificar 14 programas de inversión en la denominada ANIN (Autoridad Nacional de Infraestructura) con una proyección de ahorro público de más de 4 mil millones de soles en el 2026 y que según cuentan las malas lenguas ocasionó, al final, su bajada oficial de “pulgar”, pues abría un nuevo frente de lucha para los sindicatos por la inminente pérdida de cientos de puestos de trabajo que se tendrían que racionalizar; además, y como tema no menor, estaba el hecho de que “centrar” la obra pública bajo ese nuevo e inteligente esquema, le daba a una sola autoridad la potestad de “cortar el jamón” en soledad, en detrimento de otros ministerios y gobiernos regionales que podrían quedarse sin su “porción”.

El señor Salardi, a quien tuve el honor de conocer durante mi gestión como presidenta de Confiep durante la crisis desatada por la pandemia por COVID 19, fue siempre un profesional competente, dialogante, sencillo y, sobre todo, “ejecutante”. Supo siempre ganarse la confianza empresarial a través de sus decisiones agiles, colaborativas, prudentes y lograr, además, el apoyo del Congreso. El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes, decía Winston Churchill. El problema de José Salardi consistió en que fue un hombre que se concentró en ser siempre útil a su función y a sus encargos técnicos y a quien poco le importo el ego o la figuración.