Se entiende y es fácilmente verificable que la sociedad internacional sea históricamente patriarcal pero no que sigamos viviendo en un mundo dominantemente machista. En efecto, lo primero es lo que fue en la vida humana inicial y que estuvo precedido por la comunidad humana matriarcal, algo que poco se dice o poco se conoce, y que es parte de la agenda de la vida en el planeta en su decurso de los últimos 5 mil años de la historia.

El matriarcado con que se dio inicio a la vida humana, luego del proceso de hominización, donde la mujer era el centro de la vida social, tuvo que ceder al imponerse la sociedad de la fuerza con la que el hombre logró dominio e imperio. Con matices y maquillajes, desde entonces el mundo en el fondo no ha cambiado, volviéndose dramáticamente machista.

La bestialidad de los hombres las creyó a su servicio y se produjo el abuso sobre la mujer comparándola como la res romana, es decir, una cosa, una categoría que, en el mundo antiguo, legitimado por Grecia y Roma, tenían los esclavos. Al año 2022, las mujeres en diversas partes siguen siendo vejadas y marginadas de la vida nacional de sus países -no nos engañemos-, sobre todo en los Estados fallidos como pasa en algunas naciones africanos como Somalia o el Congo, donde son tratadas con inhumanidad o si se prefiere, con salvajismo.

No deberíamos sorprendernos pues en los países más fundamentalistas del continente asiático como Pakistán, Afganistán o India, la mujer prácticamente no existe en la vida familiar o doméstica, mucho menos en la política y en la económica ni por asomo, con cargo a que cualquier insinuación será censurada o reprobada. Las mujeres europeas han tenido mejor suerte, pero aún persisten pétreas cosmovisiones de sumisión -los países balcánicos- donde están muy mal consideradas.

En América Latina no son la excepción. Es verdad que han ganado espacios, pero sigue siendo la violencia contra la mujer -ej. Los feminicidios-, una de las manifestaciones más cruentas del referido brutal machismo, constituido en uno de los mayores óbices en las relaciones de pareja para lograr que las mujeres sean estimadas y valoradas en igualdad de condiciones por los varones. Con lo anterior, mientras la mujer no cuente con independencia económica sus progresos seguirán siendo limitados.