Cambia para seguir igual. El “nuevo” gabinete está ahora encabezado por Eduardo Arana, quien pertenece al entorno más cercano de Dina Boluarte. No solo ha sido asesor legal de la mandataria, sino que uno de sus más acérrimos escuderos. Su poder en el Gobierno es real desde hace tiempo, pese a su poco protagonismo. Recuerden que el expresidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, lo llamó “el premier en la sombra”.

Con este nombramiento y el de otros ministros, como el de Economía, el mensaje es claro: más que buscar a los mejores técnicos que generen confianza, el Gobierno opta por quienes están dispuestos a sostener políticamente a la mandataria sin hacer demasiadas preguntas. Es una pésima señal que refuerza la percepción de que en este gabinete la competencia profesional está subordinada a la conveniencia política. El país necesita funcionarios comprometidos con resolver los problemas reales de la ciudadanía, no piezas funcionales a los intereses del poder.

A esto se suma el cambio en el Ministerio del Interior. Tras apenas 50 días en el cargo, Julio Díaz Zuloeta ha sido reemplazado por Carlos Alberto Malaver. Este constante enroque de autoridades en una de las carteras más sensibles no hace más que evidenciar la falta de rumbo en la lucha contra la criminalidad.

El Congreso, que en la vípera pedía que se renueve por completo del gabinete y que lo integren personajes independientes y capaces, tendrá la difícil tarea de decidir si le da el voto de investidura al nuevo equipo ministerial.