En la réplica de la residencia del embajador de Japón –convertida ahora en museo de sitio– existe un cenotafio donde están nombrados cientos de militares caídos heroicamente en la lucha contra la insania terrorista de Sendero Luminoso y del MRTA. En ese lugar falta la larga lista de policías, jueces, fiscales, profesores, religiosos, personas civiles en su mayoría sin cargo ni rango en el Estado, gente humilde, gente pobre, dirigentes sindicales como María Elena Moyano y de niños incluso, que se atrevieron a toser en las marchas de la muerte del camarada “Feliciano”, o de niñas que se negaban llorando a la depravación del camarada “Artemio”, o a las exigencias pasionales del terrorista Abimael Guzmán (a) “Gonzalo”.

Todas esas víctimas de Sendero Luminoso fueron asesinadas vilmente en tantos sitios de triste recordación: Lucanamarca, Soras, Canayre, Kubantia, Mazamari, Vilcashuamán, Sanabamba, Valle Esmeralda, Sinaycocha, Tintaypunco, jirón Tarata o San Miguel del Ene. Esa infamia, toda esa barbarie, toda esa crueldad y perversidad de esa laya comunista de creerse dueños de la vida, de la verdad y del destino, gracias a Dios fue derrotada militarmente.

Sin embargo, hoy adeptos enquistados en instituciones del Estado, le hacen recordar al Perú que el mensaje maldito de Sendero Luminoso aún sigue vigente. Lo hacen al nombrar como “patrimonio cultural” esa nefasta representación llamada “El ojo que llora”, donde está impregnado todo el dolor de millones de peruanos. Esto es en verdad una afrenta. Tanto sacrificio, tantas vidas en vano.

Un par de funcionarios investidos con el poder efímero de una fiebre que siempre dura poco, se permiten enrostrarle al pueblo peruano y abrir heridas, regocijándose muy al estilo Movadef, con este despropósito. Todo tiene un límite. Esa representación infame solo puede agudizar un enfrentamiento que el pueblo no merece, ni quiere. Pero parece que, a unos funcionarios ideologizados, eso les interesa poco o nada.

“El ojo que llora” celebra y representa esa narrativa cruel y perversa de masacre y vesania. Representa a los comunistas que quisieron hacer del Perú la República de Nueva Democracia que inspiraba a “Gonzalo”. Gracias a Dios los peruanos lo impedimos. Es una alegoría a todos los comunistas y no a la vida y ni a la paz. La rechazamos. Es una afrenta a tanta familia que aún hoy sigue llorando a sus seres queridos que murieron luchando por el país que queremos y seguiremos defendiendo.