Hace poco el Ministerio de Educación publicó la “ENLA 2023″ (Evaluación Nacional de Logros de Aprendizaje de estudiantes) señalando que los resultados son “estables” y registran “algunas mejoras importantes” con respecto a la evaluación anterior. Lo cierto es que las cifras publicadas nos traen a una alarmante realidad: el rendimiento de nuestros estudiantes de la educación básica sigue en caída libre y ello, a pesar de los enormes esfuerzos presupuestales por parte del Estado. En términos generales y resumiendo las evaluaciones de comprensión lectora y matemáticas aplicadas a 270 mil estudiantes en más de 9 mil escuelas, tenemos los siguientes logros satisfactorios: en 2° grado de primaria, lectura: 36,6% al 2023 frente al 37,6% en el 2022; matemáticas:  11,2% en el 2023 frente al 11,8% en el 2022.  Cuarto grado de primaria, lectura 33% al 2023 frente a 30% en el 2022; matemáticas 22,5% en el 2023 frente a 23,3% en el 2022. Finalmente, en 2° de secundaria, lectura 18,4% en el 2023 frente a 20% en el 2022 y matemáticas 11,3% en el 2023 frente a 13,3% en el 2022.  Es decir, cifras nada halagüeñas. Haciendo un promedio del rendimiento general de los tres grados evaluados, en lectura no se alcanza ni el 30% de nivel satisfactorio y en matemáticas, ni el 15%.  ¿Qué estamos haciendo mal para que tengamos al 70% de los alumnos sin alcanzar logros de lectura satisfactorios y peor aún, al 85% sin alcanzar logros de razonamiento matemático elementales? ¿Qué clase de ciudadanos estamos ad portas de enviar a la educación superior? ¿Qué podemos hacer para que estas lamentables cifras mejoren? ¿Es solo responsabilidad de los docentes? Lo cierto es que, a pesar de que la educación privada tiene mejores resultados generales frente a la estatal, en el nivel socio económico “más alto”, apenas se registra 59,5% de logro de lectura en 2° de primaria, versus 55,7% en 4° de primaria y 35,2% en 2° de secundaria. Quizá, sea momento de echar una mirada al “Currículo Nacional” y sincerar los propósitos de un documento frondoso que abarca 29 competencias, 7 enfoques transversales y una serie de estándares de aprendizaje que responden a un perfil de egreso quizá iluso, componentes todos que ocho años después, no somos capaces de remontar.  Algunos dirán que soy pesimista, pero, la verdad, más que pesimista soy una optimista bien informada queriendo ayudar a mejorar la realidad.