El Perú no está en guerra. Pero en el Perú no hay paz.

Desde que tengo memoria, la proclamación de un presidente ha sido como un cese al fuego. Habláramos de Toledo, Alan, Ollanta, -incluso de PPK-, el momento de la proclamación nos obligaba a aceptar los resultados y nos permitía proyectarnos 5 años hacia el futuro.

Lamentablemente, en los últimos 5 años este concepto de “proyección hacia el futuro” se distorsionó, y hoy la inminente proclamación de Pedro Castillo no significa nada para muchos peruanos. No podemos planificar ni proyectar lo que será un gobierno suyo en el mediano y largo plazo, porque hay una posibilidad muy real de que su gobierno dure poco. Poco, ¿cuánto? Tampoco lo sabemos. Quizás seis meses, quizás un par de años… pero ¿podemos acaso proyectarnos al 2026? Bajo ningún concepto.

El desgaste institucional y la inestabilidad política de los últimos 5 años logró mandar al tacho la estabilidad que sí existió en los primeros 15 años del siglo. Hoy palabras como “vacancia”, “renuncia” y “disolución” marcan la pauta de las expectativas políticas que viven en los peruanos. ¿Y qué clase de país puede pensar en prosperar si sus gobernantes y habitantes pasan sus días envueltos en el cortoplacismo, sin saber realmente qué pasará mañana?

No, no estamos en guerra, pero no tenemos paz. Y sin paz tampoco tendremos progreso. Sin paz no podremos generar, colectivamente, una mirada de largo alcance. Sin paz no podremos si quiera salir de este atolladero en el que nos encontramos atascados desde el 6 de junio.

Lo único que nos queda es empezar a lentamente salir del extremo en el que hayamos elegido refugiarnos durante estas elecciones y comenzar a caminar hacia el centro.Y es que si continuamos alejados como estamos, sin contemplar encontrarnos en un punto medio, los peruanos nunca tendremos paz.

TAGS RELACIONADOS