No fue solo culpa de los españoles que llamar serranos a los habitantes de nuestros ciclópeos Andes, sea despectivo. Los criollos y los mestizos, fundamentalmente, que sintieron el desprecio del peninsular, cargaron contra el indígena la misma indiferencia que los conquistadores hacia ellos. Durante el siglo XVI se produjo uno de los más grandes debates del virreinato sobre los indígenas. Teniendo como marco el Consejo de Indias, fueron el padre Bartolomé de las Casas -llamado el Apóstol de los Indios- y el jurista Juan Ginés de Sepúlveda, los que protagonizaron el denominado “Debate de Valladolid” acerca de la naturaleza existencial de los indígenas. Mientras el fraile dominico sostenía que tenían alma y eran como hermanos menores -esa fue la razón por la cual, lejos de lo que muchos creen, ningún indígena fue juzgado por el Tribunal de Oficio de la Santa Inquisición-, el cordobés la negaba alegando que eran perversos e indómitos hasta incapaces de percibir el dolor. Luego, un sistema de castas, profundizó el desdén hacia los habitantes de nuestras serranías y llegada la República, la disociación con los de la Costa, acentuó las diferencias, promoviendo la idea de la superioridad del peruano urbano “con modales” sobre el peruano rural visto como torpe. El indianismo de comienzos del siglo XX y el indigenismo de mediados de esa centuria, buscaron revalorizar a los peruanos de nuestros mágicos valles interandinos. Su reivindicación vino con la reforma agraria que acabó con el sistema feudal legado por los corregidores y encomenderos a los hacendados y terratenientes. Todo eso se hizo pero nuestro enfoque educativo ha seguido dominado por el prejuicio. Los violentistas de los años 60 y 80, quisieron capitalizar a los campesinos marginados pero éstos, siempre sabios, los han desdeñado. En el Día del Campesino, relievémoslos como protagonistas de nuestra historia nacional.

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