En las clases de historia de la política internacional de la antiguedad, no puede obviarse la enorme figura del poderoso Julio César, el personaje más emblemático de la historia de Roma, que nació un día como hoy, en el año 100 a.C.  Por su sonada aparición durante la denominada etapa de la República -Roma tuvo tres: Monarquía, República e Imperio-, su asesinato en el 44 a.C., ha pasado a la historia universal como uno de los magnicidios de mayor impacto al desnudar las pugnas y las conspiraciones por el poder político, como persiste hasta hoy. César, que políticamente había ganado espacios en Roma -fue cónsul y formó el denominado Primer Triunvirato con Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso, sus aliados políticos-, además de conseguir el reconocimiento del pueblo romano y ganar el aplauso del Senado por sus victorias militares, consiguió acrecentar el número de sus enemigos, como también sucede hoy. Marcus Junius Brutus, lacayo y títere dominado por Casio, enemigo acérrimo de Julio César, junto con otros senadores de Roma, asesinaron al César, consumando el mayor crimen conocido durante la Guerra Civil Romana del mundo antiguo. César llegó a recibir 23 heridas de puñal y las narraciones cuentan que en el momento de su aciago final, logró herir en el muslo a Brutus. Vencedor en la Guerra de las Galias, y hecho para la gloria y el aplauso, los envidiosos de sus éxitos no pudieron contenerse hasta producirle la muerte a la entrada del Senado. Los hombres que tienen poder deben mirar con discreción a los que lo rodean como más cercanos porque los traidores suelen hallarse muy cerca de ellos. Luego de su muerte, se formó el Segundo Triunvirato con Marco Emilio Lépido, Marco Antonio y Octavio, el sobrino del César, que al final terminó empoderado y persiguió a los asesinos del tío, e inauguró el Imperio de la poderosa Roma como César Augusto.