La campaña electoral se desarrolla en simultáneo con las angustias de una crisis sanitaria y económica desorbitada que está más en la mente de los electores que la opción que elegirán. Por ello los políticos que piden el voto deben definir prioridades y seguridades de atención fundamental sobre salud y desempleo para enfrentar la muerte y el hambre. Esto es lo principal, no se trata de lucha de clases, de ricos contra pobres, de capitalistas contra comunistas. Las grandes mayorías se sienten desamparadas por políticos que no han dado la talla ante la dimensión del dolor y las demandas sociales. El voto del descontento nos trajo hasta aquí y no sabemos dónde nos llevará en nuestro tercer siglo de República si no actuamos a tiempo.
Pedro Castillo parece tener adhesiones mayoritarias pero no tiene un programa claro lo cual despierta temores ante amenazas implícitas. No tiene equipos conocidos con gente capaz y honesta. Por eso el acercamiento de Hernando de Soto ha sido bien recibido por electores racionales, aunque le haya caído encima un alud crítico mediático. De Soto es un economista notable, no un improvisado. Como político inteligente y bien formado busca salidas ante el dilema insostenible de dos opciones irreconciliables. Rechaza el abismo y conoce las virtudes del pragmatismo político, advierte que la opción del centro democrático debe y puede ganar espacios. En plena globalización los líderes políticos nacionales, de izquierda o de derecha, no hacen lo que quieren sino lo que pueden o lo que les permite el sistema financiero mundial. No olvidar que en estos tiempos los organismos internacionales -Banco Mundial o Fondo Monetario Internacional- orientan economías y defienden el sistema, mientras las Naciones Unidas y las agencias de seguridad de diversos países alertan sobre el terrorismo internacional. El Perú no es una isla.