El presidente Martín Vizcarra parece ya no esconder su gusto por el aplauso fácil de las tribunas, al traer a discusión el posible retorno de la pena de muerte para determinados delitos, tal como señaló ayer durante una actividad en el distrito de Los Olivos, pese a que dicha sanción no es disuasiva, a que tenemos un Poder Judicial con graves deficiencias y a que el Perú ha suscrito compromisos internacionales que impiden lo que el jefe del Estado menciona.

Preocupa ver nuevamente al jefe de Estado, en momentos tan delicados para el país por la llegada del coronavirus, además de otros problemas, intentando generar un debate para el aplauso de la gente de a pie que, como comprensible reacción ante situaciones indignantes como la violación y asesinato de la niña Camila en Independencia, pide paredón o inyección letal para determinados indeseables.

Desde hace décadas muchos han intentado, incluso durante los peores años de la violencia terrorista, el retorno de la pena de muerte. Sin embargo, esto nunca se ha dado por las consideraciones señaladas al inicio de este texto.

Los gobernantes deben de actuar con responsabilidad ante el país. La voz de la calle es de la gente de la calle, y no necesariamente del presidente. El populismo y el aplauso fácil no conducen a nada positivo. Nos lo dice la experiencia.

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