Ninguna guerra se inicia por sus causas. Los que las refieren a los cuatro vientos no son estrategas. Las guerras necesitan pretextos que simulan las razones de fondo. Siendo circunstanciales, son la perfecta palanca para las verdaderas pretensiones. Las guerras sin pretextos se verán ambiciosas, abusivas y deslegitimadas, perjudicando todo el tiempo a sus promotores; en cambio, mostrándoles quedarán atenuados o pasarán inadvertidas sus responsabilidades.

Hay pretextos creíbles como el atentado del 11S por el que EE.UU., luego de invadir justificadamente Afganistán, decidió permanecer 20 años en ese país; también hay los forzados como la tesis de las armas químicas en Irak jamás halladas y que permitió la incursión estadounidense en Bagdad para derrocar al dictador Sadam Hussein.

Existen los pretextos lógicos, que son prácticamente irrebatibles, pero que calzan como anillo en el dedo: los dos hechos que desencadenaron el ingreso de Washington en las dos guerras mundiales, es decir, el sonado hundimiento del Lusitania que los decidió en 1917 -la 1ra. GM fue de 1914 a 1919-, y el sorpresivo y aplastante ataque japonés a su flota en Pearl Harbor (Hawái) en 1941, -la 2da. GM se inició en 1939 y acabó en 1945-.

Ambos episodios bélicos, que significaron un duro golpe para el ego estadounidense, fueron suficientes para que la Casa Blanca hallase un casus belli (motivo de guerra) y se decidiera por ingresar en una guerra en la que su neutralidad era insostenible si quería afianzar su poder mundial en alza. Pero también existen los pretextos perversos, aquellos que siempre restan y que están fundados en el capricho, sin importar siquiera los costos en vidas humanas que produzca la guerra.

Es el caso de Rusia queriendo hacer creer al mundo que el ingreso de su vecino Ucrania en la OTAN será una amenaza para su integridad. Los poderosos vendedores de armas de occidente le siguieron el juego pues Putin sabe que Ucrania como Suecia o Finlandia serían irrelevantes en términos de seguridad y defensa para la alicaída OTAN como para poner en riesgo a Rusia que, sin legítima defensa que ampare su invasión, pues Ucrania jamás atacó en un metro de su territorio, desde 2014 busca modificar drásticamente el mapa geopolítico de Kiev en su favor -es la verdadera causa de la guerra- en que anexó Crimea, ilegalmente.