Creer que el problema entre Israel y Palestina es religioso y de larguísima data, es un error. Las reivindicaciones recíprocas de ambos países de soberanía sobre el territorio de Jerusalén -incluye a la Ciudad Vieja- y que le da una alta connotación al problema de fondo, es una variable, eso sí, relevante del problema central: Un asunto de territorios. Los árabes no aceptaron la propuesta de la ONU de la denominada Partición de la Palestina - hecha por la Resolución 181 (1947)-, es decir la división de todo ese territorio en dos Estados: Israel y Palestina. Apenas proclamada la independencia de Israel (1948) y producida la conclusión del Mandato Británico sobre todo ese territorio -atributo que recibiera el Reino Unido por la Sociedad de Naciones, la antecesora de la ONU, luego de la Primera Guerra Mundial (1914-1919)-, los países árabes declararon la guerra a Israel, al considerar que estaban invadiendo sus tierras. Después de la guerra de 1939, los judíos, siguieron retornando y en mayor medida hacia el Medio Oriente -fue el proceso inverso a la denominada diáspora judía o diseminación de los judíos por el mundo: (No es el Éxodo que recuerda la salida del pueblo de Israel del cautiverio en Egipto hacia la Tierra Prometida)-. Desde entonces, los dos pueblos, que tienen un origen histórico-bíblico común en la enorme figura de Abraham como padre, y a Isaac (Judíos) e Ismael (árabes), como a los dos hijos que son el origen de ambos pueblos, mantienen una relación conflictual, agudizada por la Guerra de los 6 días (1967) en que las fuerzas de Israel tomaron el control de todo el Sinaí. La consecuencia fue una nueva realidad geopolítica que afirmó el drama de una relación violenta por el surgimiento de los refugiados palestinos que fueron expulsados de sus tierras y la aparición de los asentamientos judíos (colonos), que las ocuparon. Mientras Israel recurrió a la fuerza para imponerse, Palestina se valió del Hamás (Se impone en la Franja de Gaza) y el Al fatah (En Cisjordania) para responder con acciones terroristas. Ninguno de los esfuerzos realizados ha permitido una solución permanente y duradera. Sin interlocutores válidos desde el último serio intento de paz, se ve lejano pero no imposible. El Cuarteto de Madrid (EE.UU., Rusia, ONU y la U.E.), deben ponerle ganas para que la solución contemple fronteras justas y seguridad para ambos pueblos. Por ahora, antes que todo ello, acabar el fuego misilero recíproco.