La elección de la Mesa Directiva del Congreso, el 26 de julio próximo, no es un mero trámite, sino un momento definitorio para la imagen y la legitimidad del Poder Legislativo. Se elegirá a la última directiva de un Parlamento unicameral antes del retorno del Senado y preocupa que uno de los voceados con alta probabilidad de erigirse presidente del Congreso sea alguien con una investigación abierta por violación sexual.

Sí, el Congresista José Jerí Oré es inocente hasta que se pruebe lo contrario, pero el puesto de presidente del Congreso no es solo legal, es la cara visible de uno de los tres poderes del Estado y la idoneidad para este cargo va más allá de no tener una sentencia firme. Por eso preocupa que quienes impulsan su candidatura ni se despeinen ante la gravedad de las imputaciones que enfrenta. No es la primera vez que el titular del Parlamento enfrenta cuestionamientos: ya vimos las gestiones de Alianza para el Progreso con Lady Camones, Alejandro Soto y Eduardo Salhuana. Una fue censurada, el otro no habló con la prensa casi durante toda su gestión y el tercero era duramente criticado por su cercanía con la minería informal.

Así, con el encumbramiento de Jerí Oré, el Congreso desaprovecha la oportunidad de oro para tratar de levantar su alicaída imagen en su último año de gestión.