El avance de la variante ómicron ha puesto nuevamente al país en un escenario peligroso y no nos referimos solo a la salud, sino también a la educación. Esto se deja de manifiesto en los últimos desacuerdos entre los ministerios de Salud y Educación, que no encuentran puntos en común para definir el horario de clases presenciales.

Mientras tanto, luego de poco más de una semana de la censura al ministro de Educación, Carlos Gallardo, recién anoche hemos sabido que su sucesor es Rosendo Serna Román, quien era director regional de Educación de Huánuco y a su vez profesor universitario. Es paradójico que en el Gobierno de un profesor, la educación en nuestro país pase por una crisis sin precedentes.

Sería bueno que el presidente Pedro Castillo sea coherente con sus promesas y aprenda a ponerle acción a los deseos. Lo primero que tiene que hacer es encaminar al ministro Román, para que cubra las expectativas de la mayoría de peruanos y no de los sindicatos magisteriales o los partidos políticos. Es cierto que a Castillo se le agregaron atributos que no tenía, especialmente como maestro y especialista en educación. El problema fue que se le idealizó ya la hora de la verdad se demostró que no tenía alternativas para dar soluciones. Un tremendo fiasco. Solo fue experto en protestar, encabezar manifestaciones y quemar llantas. Es decir, puro ruido.