Dotado de una inteligencia intuitiva excepcional, Donald Trump, -presidente número 45 y 47 de los Estados Unidos- retorna al poder político, despertando un erizamiento colectivo del progresismo universal. Decimos “inteligencia intuitiva”, basándonos en la certera y debidamente fundamentada tesis del jurista y pensador político español don Antonio García Trevijano, quien sostuvo allá por el año 2016: “Trump ganó la elección porque expresa lo políticamente incorrecto. Con su extraordinaria inteligencia intuitiva, con su lenguaje, costumbres y modales opuestos a la tradicional cultura política norteamericana, Trump gana porque el pueblo profundo desprecia a toda su clase política”. La agilidad política de Trump se impone nuevamente. Trump es un conservador – nacionalista, y busca preservar el Estado – Nación norteamericano. Según el libro ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense (2004), del cientista político Samuel P. Huntington, la identidad norteamericana está conformada por la lengua, la cultura angloprotestante y la sociedad multirracial. Es decir, el cristianismo, que tiene una fuerte presencia en la vida pública, la ética del trabajo protestante, la importancia de la lengua inglesa, y la herencia británica del imperio de la ley y el gobierno limitado. De modo que, hay una esencia norteamericana, que Trump considera, que se encuentra en estado agonizante y por eso busca restaurar. Además, en materia económica es proteccionista, defensor de la industria y del trabajador estadounidense, y en materia social, es conservador, porque se opone a la cultura de la muerte y destrucción de la civilización cristiana que, el progresismo estimula sin interrupción.