Entre el miércoles y el jueves pasado, todos vimos con asombro cómo el abogado de la procesada por el golpe de estado Betssy Chávez, Raúl Noblecilla, llegó al Congreso a insultar, provocar y humillar a los legisladores y lo hizo con la anuencia de la Mesa Directiva, a cargo en ese momento de Waldemar Cerrón (Perú Libre) que ni siquiera se molestó en llamarlo al orden, lo que agrega una nueva grieta a la ya maltrecha credibilidad del Parlamento.

Pero eso no es todo. Noblecilla, que en ese momento se encontraba inhabilitado por su colegio profesional por deudas, no solo vapuleó al Congreso sino que salió de allí con un gran material que, no tenemos la menor duda, usará para su campaña electoral. No olvidemos que es precandidato a la segunda vicepresidencia de la república y al Senado por Podemos Perú, partido que tiene bancada en ese Congreso que se dio el lujo de insultar a su gusto.

Lo peor de todo es que el Congreso, pese a los aspavientos de varios legisladores que promovieron la censura de Cerrón Rojas, no logró los votos necesarios para hacerlo. Así la lectura es que cualquiera puede convertir su presentación en el Parlamento en una sucesión de agravios y nadie será responsable por eso. Si el Congreso no se hace respetar ni ejerce su autoridad, se vuelve irrelevante y un Parlamento irrelevante es un peligro para la democracia.