No es casualidad que, según información del Ministerio Público, las regiones con mayor registro de extorsión se encuentran en el norte del país, donde hace 20 años germinó el crimen organizado en su modalidad de sicariato y “chalequeo”, esa especia de seguridad obligatoria delincuencial a cambio de no atentar contra tu negocio y familia.
Las cifras amenazan y no mienten: desde el 2016 al 2024, Lima registra 29 365 casos de extorsión; y le siguen La Libertad (16 155), Piura (4249), Lambayeque (4052), Huaura (3645), Callao (2515), Sullana, Piura (2345), Santa, Áncash (2340), Arequipa (2387) y Tumbes (1287). En este ránking, salvo la ciudad del Misti, resalta el sólido norte del crimen.
Si bien en el mismo periodo el Ministerio Público anota un incremento exponencial del crimen con 86 373 casos a nivel nacional, no se puede dejar de lado las veces que las víctimas de la extorsión se eximen de denunciar por temor a represalias o la poca confianza en la eficiencia de los policías.
Que un experto sociólogo nos cuente por qué el delito se mueve más en el norte que en el sur del país. Podría decirse que tanto Piura como La Libertad aportan más al PBI, lo que denota un mayor desarrollo económico. Sin embargo, Arequipa, la segunda ciudad más importante del Perú, iguala a Sullana, una provincia pequeña, en extorsiones.
El reforzamiento del equipo policial debe ir de la mano con la estadística, focalizar el problema y apuntar la estrategia en los penales. Si nos pasamos el tiempo mencionando que la mayoría de las extorsiones sale de un centro penitenciario; entonces, la madre del cordero está a la vista de las autoridades. Que busquen la conexión y denle caza a los criminales en el norte.