Las últimas encuestas le dan a Pedro Castillo clara ventaja sobre Keiko Fujimori. Sin embargo, hay una buena cantidad de peruanos que aún no decide por quién votar o simplemente se inclinan por el blanco o viciado. Todo hace suponer que allí apunta la candidata de Fuerza Popular. “Tendremos que captar a los indecisos y a los que quieren anular su voto”, dijo hace poco. Será una tarea titánica. “Yo sola no voy a revertir estas cifras”, expresó en su último spot.

Por el otro lado, el candidato de Perú Libre trata de desmarcarse del ideario de Vladimir Cerrón. “No vamos a disolver el Congreso y respetaremos la Constitución”, “No vamos a estatizar sino a nacionalizar, previo diálogo con las empresas transnacionales”, “Vamos a tomar las cosas buenas de los planes de gobierno de las demás organizaciones políticas”, “Quedan desautorizadas segundas y terceras voces”, “No somos comunistas no chavistas”, son algunas de sus frases para edulcorar su radicalismo.

Es evidente que este repentino cambio obedece a una estrategia. Quiere suavizar el impacto de su extremismo. En el libro “Las 48 leyes del Poder” de Robert Greene hay un párrafo que puede resumir esta intención. “Todo el mundo comprende la necesidad de cambio en abstracto, pero en el ámbito cotidiano las personas son criaturas de costumbres. Una excesiva innovación les resulta traumática, y conducirá a la revuelta. Si se es nuevo en una posición de poder, o un forastero que intenta construir una base de poder, debe mostrar respeto hacia la antigua manera de hacer las cosas. Si el cambio es necesario, debe hacerse sentir como una suave mejora del pasado”, dice la ley 45. Eso es lo que intenta Castillo. ¿El Perú le creerá?

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