El Apra decidió retirar la candidatura de Nidia Vílchez y la noticia no ha generado grandes celebraciones entre los oponentes. Y tampoco hay tristeza. En realidad, el Apra viene arrastrándose hace buen tiempo y sus militantes han seguido como si nada.

El Apra nació en Trujillo, y durante décadas no hubo otra forma de hacer política que a través del Apra en esta región. Pero aquí ahora es donde más fantasmal se siente el partido. ¿Quién alza la voz? ¿Alguien puede recordarles que nacieron inspirados por el anarcosindicalismo y que fueron un ejemplo de martirologio en el centro mismo de la ciudad y en las ruinas del imperio chimú?

El Apra nació como una alternativa para darle al país el gran salto hacia su modernización. Fue hábil Haya en tirarse un poco a la izquierda de Washington y un poco a la derecha de Moscú. De ahí que se dijera que era el partido de la socialdemocracia o de la izquierda democrática.

El Apra fue de un extremo a otro de la mano del mismo personaje que en el 2019 decidió jalar del gatillo para huir de la justicia y evitar la vergüenza social de verse encerrado y procesado. Fue su último gran escape. Él llevó al Apra del extremo populista estatista a la derecha conservadora.

¿Qué es el Apra hoy? ¿Qué valores defiende? ¿Sigue siendo izquierdista si se sentó al lado del fujimorismo? Los más vociferantes -e incluso más jóvenes- apristas alzan hoy el dedo contra los “caviares”, ven como enemigos a los izquierdistas y a los de centro. Se sienten en sintonía con tipos como Trump o Bolsonaro, están más cerca de los Odría y los Beltrán y los Fujimori y las Rosa Bartra. El Apra era vanguardista y progresista; hoy odia el término progresista. El Apra ahora es conservador. En lo político y en lo económico. Y también en lo religioso. Es una estampilla con la imagen de Alan García besándole la mano a Cipriani. Así le ha llegado la autoeliminación.

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