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La frustrada solución a la huelga magisterial ha dejado, por ahora, al menos tres consecuencias inmediatas. La primera es la comprobación, advertida por muy pocos medios, como Correo, del radicalismo imperante en las negociaciones y la presencia de una agenda subrepticia con matices políticos que busca el predominio de las facciones prosenderistas del Movadef y Proseguir sobre Patria Roja dentro del Sutep. Un escalón debajo de esa postura inflexible está la irracional solicitud de derogatoria de la Ley de la Carrera Pública Magisterial -para eliminar la meritocracia basada en la evaluación y adecuarla a sus oscuros intereses-. Lo segundo tiene que ver con el lamentable rol cumplido por Fuerza Popular, grupo firmemente dispuesto al aprovechamiento político y la consolidación de la crisis no solo a través de su ausencia en la intermediación y el video “propicio” de Keiko sino en la seria denuncia hecha por Vicente Zeballos respecto de las coordinaciones entre Pedro Castillo y Héctor Becerril en plenas tratativas. Sería por ello indispensable que el legislador fujimorista levante su secreto telefónico y demuestre al país que el partido que tiene en sus manos el Poder Legislativo no ha cumplido el triste papel de vil saboteador y nauseabundo infiltrado a costa de los niños y adolescentes más pobres de este país. Lo tercero es que gracias al mal manejo de PPK y sobre todo de su premier, Fernando Zavala, de gris rol secundario, ha nacido un peligroso líder de la izquierda radical en Castillo Terrones, que pronto buscará un lugar en los espacios políticos, quizá colocado a la izquierda de Gregorio Santos y haciendo parecer a Verónika Mendoza una entusiasta centroderechista el 2021. El Gobierno está obligado ahora a no transigir, y no debe hacerlo si no quiere que su propia viabilidad sea otro ítem de esta negra lista.