Como todos los 7 de junio, en el Perú se conmemora el Día de la Bandera, efeméride con que se rinde homenaje al coronel Francisco Bolognesi y a los bravos de Arica.

Muy conocida es la resolución del gran guerrero, el primer soldado de la Patria. Francisco Bolognesi Cervantes, el Titán del Morro. Fue muy dado a las frases entre irónicas e inapelables que son un fiel reflejo de su carácter aguerrido y viril. “¡Lucharemos hasta quemar último cartucho!”, es la que más se conoce. En 1862 tras unos anónimos aparecidos en El Comercio que afectaban el honor del cuerpo de Artillera del Ejercito, del cual don Francisco era uno de sus líderes más conspicuos, respondió en un artículo: “al enemigo encubierto, que se arranque la careta, y firme sus artículos y diga (como los franceses) a la guerra como a la guerra”, concluyendo con una frase desafiante y de sutileza exquisita: “¡y ahí nos entenderemos!”.

Bolognesi tuvo que enfrentar situaciones muy difíciles semanas previas al asalto de Arica. Además de las cuestiones tácticas de la defensa, debía el viejo coronel, quien después de la caída de Tacna ya no tenía quién le escriba –o más bien quién le conteste sus apremiantes telegramas–, lidiar con el abastecimiento de víveres y de agua potable, así como gobernar sobre las necesidades y las demandas de las autoridades y población civil, nacionales y extranjeras, o detectar espías en el puerto y alrededores, pero por sobre todo, por mantener en el alto la moral de la tropa y conservar intacta su voluntad de lucha.

Más allá de temas contradictorios e imposibles de dilucidar completamente, como el salto al vacío de Alfonso Ugarte a caballo con el pabellón del Iquique en mano, el heroísmo y el coraje sin límites de Bolognesi y de los suyos se puede resumir en la frase que se atribuye al zar Nicolás II de Rusia: “¡Si Puerto Arturo hubiera tenido un Bolognesi, la plaza no se hubiera perdido!”. Qué más.

Jamás nos cansaremos de rendir homenaje al héroe y a sus valientes lugartenientes, a sus falanges de fiereza espartana. El suyo es uno de los legados de honor más admirables de nuestra historia, una historia llena de luces y de sombras. Ese legado perpetuo, esa herencia cívica, ese ejemplo atemporal, nunca perderán vigencia para los peruanos de buen entendimiento y de sincero espíritu patriótico. Es un legado muy necesario hoy, tal vez más que nunca.

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