Como para no creerlo, Vladimir Putin, presidente de la Federación de Rusia, está desesperado pues van casi cien días y contando el mayor poderío militar de la región hasta ahora no puede obtener la victoria esperada sobre Ucrania. De hecho, no ingresar en Kiev, la capital de Ucrania que se defiende hasta con las uñas, lo vuelve vulnerable políticamente. Putin sabe que será una completa derrota si no consigue el objetivo militar.

El gobierno y pueblo ucraniano junto  a sus fuerzas armadas, resisten de todas formas a la invasión moscovita y a pesar de la evidente desventaja bélica los ucranianos se sienten con la moral en alto, aun sabiendo que el reciente informe de las Naciones Unidas señala que han muerte más de 4000 ucranianos por la ferocidad enemiga. Putin y el Kremlin creyeron que la guerra acabaría pronto, pero eso no ha pasado.

Pareciera que no estuvo en los cálculos del presidente de Rusia la respuesta de Ucrania y mientras los días pasen las sanciones económicas lanzadas por occidente, principalmente por Estados Unidos, se harán más visibles y Rusia podría comenzar a padecer un efecto rebote de su acto invasivo.

Ucrania, mientras tanto, sigue recibiendo voluntarios que llegan al país de diversas partes del mundo para sumarse a sus ejércitos y armamentos en la idea de no solamente resistir el ataque invasor sino además hackear a Rusia. Mientras no sea declarado el alto al fuego, lo que se ve por ahora, realmente lejano, la actitud rusa será insospechada. Putin tiene presiones dentro y fuera de Rusia y por esa razón las medidas militares son la únicas que dominan su mente.

Creo que Moscú de todas maneras entrará en Kiev y creo también que al hacerlo impondrán sus condiciones que en principio serán las mismas que las exigidas en las negociaciones del mes anterior en la frontera ucraniana Bielorrusa, es decir, pedir de arranque el reconocimiento de iure de la provincia ucraniana de Crimea como parte del territorio de Rusia y el reconocimiento de la independencia de las provincias separatistas de Lugansk y Donetsk como repúblicas independientes para que luego promueva referéndum en esos espacios (región del Donbás) que los incorpore a territorio de Rusia una perfecta estrategia rusa para reducir drásticamente el territorio ucraniano. Para lograr este cometido, Putin exige a sus militares y los conmina a un ultimátum para dominar militarmente ambas provincias.

Sabe que esa es la única foto para sus pretensiones de empoderamiento en los frentes interno e internacional. Como presidente de un país visiblemente superior a Ucrania en términos de poder real, Putin comienza a sentir el inexorable decurso del tiempo para una guerra que superó las matemáticas creídas tan fáciles por Moscú. Esa es la realidad para un mandatario que sigue queriendo emular a Pedro “El Grande”.

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