Cada 7 de junio recordamos una escena que, aunque transcurrió hace más de un siglo, sigue viva en la memoria colectiva del país: la defensa heroica de Arica y la promesa de Francisco Bolognesi de resistir hasta el último cartucho. Ese día, la bandera no fue un símbolo colgado en lo alto, sino una causa abrazada hasta el final.
Pero, ¿qué significa hoy honrar esa bandera?
La historia nos dio héroes de uniforme. Hoy, la patria necesita héroes civiles. Personas que, sin escudos ni fusiles, resisten cada día desde valores mucho más silenciosos, pero igualmente decisivos: la decencia, la honestidad, la coherencia.
Defender la patria en el siglo XXI no requiere trincheras, pero sí valentía. No basta cantar el himno con la mano en el pecho, si damos la espalda a la verdad. La bandera no se defiende solo en las efemérides, sino cuando alguien se niega a participar de un acto corrupto. Vivimos tiempos de incertidumbre, de desconfianza, de desgaste institucional. Por eso este 7 de junio no puede pasar como una ceremonia automática. Es un momento para preguntarnos: ¿en qué momento confundimos patriotismo con rutina? ¿Cómo volvemos a darle sentido a lo que Bolognesi defendió?
Hoy, la bandera flamea en quienes se atreven a actuar con integridad en medio del ruido. Flamea en cada gesto que busca construir, no dividir. En cada esfuerzo por respetar las reglas del juego democrático, incluso cuando no nos conviene el marcador.
El Perú que queremos no se impone, se construye. Y para eso, necesitamos más que memoria: necesitamos compromiso. No con discursos vacíos, sino con acciones diarias que estén a la altura de los colores que nos representan.