¿Hay algún presidente o presidenta peor que Nicolás Maduro en Sudamérica? Aunque usted no lo crea, sí hay. Y es nada más y nada menos que Dina Boluarte. Esto de acuerdo a un sondeo de la empresa encuestadora internacional CB Consultora Opinión Pública, que encabeza el argentino Javier Milei, seguido del uruguayo Luis Lacalle, el paraguayo Santiago Peña, el ecuatoriano Daniel Noboa y el brasileño Lula Da Silva.
Si bien el dictador venezolano Nicolás Maduro cuenta con un 67.4% de rechazo, el último lugar del ránkig lo ocupa Dina Boluarte, presidenta de Perú, con un abrumador 76.4% de imagen negativa. Esto no es solo una cifra: es un reflejo del profundo descontento y desencanto que embarga a los peruanos.
El exfutbolista y filósofo del deporte Jorge Valdano alguna vez señaló que un líder debe gestionar las expectativas. En el caso de Boluarte, no solo han desaparecido dichas expectativas, sino que su gestión parece incapaz de generarlas. Su desconexión con los ciudadanos se hace evidente no solo en su falta de comunicación efectiva, sino también en su respuesta —o ausencia de ella— frente a la galopante inseguridad ciudadana y los escándalos de corrupción.
Boluarte no inspira confianza ni esperanza. Su actitud parece evocar la famosa anécdota del emperador Nerón, quien minimizó el incendio de Roma mientras las llamas consumían la ciudad. Desde su posición, ignora problemas clave, defiende lo indefendible e incluso frivoliza situaciones con gestos que resultan insultantes para una ciudadanía golpeada por la incertidumbre y el desamparo.
Y para colmo, no solo trabaja mal sino trabaja poco. Un informe del diario El Comercio da cuenta que la mandataria no registró actividades oficiales en 106 días de este año. Esto supera a los 96 días del 2023, en los que tuvo una intervención quirúrgica con el -suponemos- descanso médico respectivo.