Leopoldo López acaba de dar un ejemplo de valor y coraje a todo el pueblo de Venezuela y no estoy exagerando. Ha mantenido una huelga de hambre por 30 días consecutivos. Felizmente por su juventud no ha tenido ninguna consecuencia trágica, como ha sucedido en otros casos. Es muy seguro que con su gesto cargado de convicciones, López ha llevado a un nivel de reflexión trascendente a todos sus compatriotas, los que están cada vez más hartos del régimen y del presidente Nicolás Maduro porque no ha sido capaz de sacar al país de la grave crisis económica en la que se encuentra. Penosamente, me queda también claro que López, al fortalecerse en los días que vienen, con esta medida será objeto de mayores actos de policía y de intimidación por parte del gobierno gendarme de Maduro. Esa es la verdad. Junto a Leopoldo también han levantado la huelga cerca de un centenar de sus seguidores, un acto absolutamente encomiable y atípico en las protestas sociales. Notemos que gran parte de las personas que se declararon en huelga de hambre son jóvenes y esa lectura la sabe y conoce muy bien el gobierno. Es probable que Maduro arrecie con medidas -repito- más duras en el trato al líder del Partido Voluntad Popular, que en estos momentos se encuentra sumamente debilitado y, por eso, sería importante que la comunidad internacional al tiempo de hacer un seguimiento de su caso exija su inmediata libertad, dado que su propia integridad personal es la que está en juego. Hubiera sido un drama que a López le sucediera algún hecho funesto en la cárcel durante la huelga que mantuvo. Incansable, en una carta leída por su esposa, López vuelve a llamar a la tesis de que el que se cansa pierde. Nadie debe hacerlo. A las dictaduras se las vence con perseverancia.