El mismo domingo en que una encuesta lo ponía por debajo de los ministros “caviares” de su gabinete, y cuando la moderación mostrada por Pedro Castillo ante la OEA estaba aún fresca, Guido Bellido lanzó un tuit para hacer reventar el día. Seguramente con el aval de Vladimir Cerrón, marcó territorio como para decir que el ala radical del gobierno no estaba muerto, y menos de parranda. Y tampoco es que Castillo difiera del ímpetu renegociador del gas de Camisea, pero el zarpazo de Bellido se ve como una pulseada más dentro de las pugnas entre la izquierda radical y la izquierda moderada dentro del gobierno.

Hace una semana lo decía en esta columna: todo pasa por las elecciones del próximo año, cruciales para definir mejor el mapa de poder político en el país. Así como Alianza Para el Progreso y Acción Popular miden y calculan sus pasos desde el hemiciclo, Perú Libre también anda en las mismas. Cerrón, por supuesto, quiere ganar regiones y alcaldías, sobre todo en el sur y en el centro, donde más chances tienen, y necesitan seguir posicionando su discurso antisistema, radical y “no caviar”. Por eso rechazan la posibilidad de una “humalización” del gobierno. Quieren ir con sus banderas, no con moderaciones. No con “pelotudeces democráticas”.

Los golpetazos de Bellido deben leerse dentro de esa dinámica preelectoral. Aun si fuera cierto que Bellido está con un pie fuera del gabinete, el mensaje a sus seguidores sería justamente ese: “morir” con sus banderas. A veces pienso que Cerrón en el fondo quisiera que se dé una vacancia o un golpe que traiga abajo al gobierno, pues eso les daría a ellos el argumento para decir en cuanta plaza pública haya que “la derecha de los blancos y clasistas” dieron un golpe de Estado al “único gobierno del pueblo”.

El problema es que estas jugarretas políticas hacen volar el dólar, la fuga de capitales y más inestabilidades. La factura la pagan los más pobres.