La propuesta del presidente Alan García de introducir en el debate electoral el tema de resolver el problema del famoso “triángulo terrestre” de nuestra frontera con Chile me parece absolutamente válida, especialmente por la importancia que el mismo tiene en nuestra relación político-diplomática con el belicoso vecino del sur. Una propuesta para solucionarlo por la vía pacífica es evidentemente lo más indicado. Sobre todo si se encuentra basada en que tenemos no solamente la razón, sino que nos acompañan todos los argumentos jurídicos. Podemos tener un árbitro (el cual es considerado en el Tratado de 1929 y sería el presidente de Estados Unidos) o en su defecto solicitarle a la propia Corte de La Haya que esclarezca su fallo, en el cual se menciona que no se tocaba la frontera terrestre sino solamente la marítima. Claro que comprendo la acción del presidente García, ya que él tiene el expertise de haber sido quien llevó a Chile a la Corte Internacional. Con ello pone por delante una valla bastante alta para sus competidores. Pero aquí lo importante es que hasta la fecha los contendores no habían tocado nada en particular con respecto a la política internacional, y es en ella, según mi entender, donde se van a presentar las mayores necesidades para los intereses nacionales, pues al reducirse el mercado chino, tendremos que hacer un gran esfuerzo para colocar nuestros productos en todos los mercados, y para ello se necesita una política internacional firme y clara, pero sobre todo requeriremos que esté al frente un mandatario con experiencia y sobre todo con credibilidad internacional.