“Las naciones no tienen amigos, solo intereses”, sostenía el político inglés Henry Temple, alias Lord Palmerston. El general francés Charles de Gaulle así lo entendió y aplicó.

Una comisión de la Organización de Estados Americanos integrada por los cancilleres de Argentina, Ecuador; Belice, Guatemala, Paraguay y los viceministros de Relaciones Exteriores de Colombia y Costa Rica, nos visitó a pedido del presidente Pedro Castillo, invocando la Carta Democrática de la OEA, porque “había en Perú peligro de un golpe de estado”.

Dicha carta aprobada por 35 países el 11 de septiembre de 2011 establece que “los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”. Sus opiniones no son vinculantes. Se limitan a “recomendar” que las partes enfrentadas dialoguen, ante la incapacidad de conversar de nuestras autoridades y la debilidad del Estado y organizaciones políticas, que priorizan intereses individuales sobre el país.

El 22 Mundial de Fútbol se lleva a cabo en Qatar, régimen monárquico cuyo jefe de Estado, el emir Tamim bin Hamad Al Thani, con una fortuna familiar cercana a los 350 mil millones de dólares, en un país de tres millones de habitantes, de los cuales el 80% son inmigrantes.

En el 2010 se dice que “compraron” la sede a los organizadores del actual Mundial de Fútbol. En la construcción de los estadios y otras sedes han muerto más de 6,000 obreros por las condiciones infrahumanas de trabajo.

Al igual que necesitamos de la diplomacia buscando evitar guerras, necesitamos de la fiesta del futbol como expresión cultural, sin dejar de criticar lo absurdo de la subsistencia de regímenes monárquicos, los abusos de las dictaduras y la explotación del hombre por el hombre y las exclusiones sociales por razones religiosas, como las que se dan contra las mujeres en el mundo musulmán.