El espantoso feminicidio de Jésica Tejeda y de tres de sus hijos a manos de Juan Huaripata Rosales en El Agustino, ha estallado en la cara al gabinete ministerial y ha dejado en claro que en el gobierno del presidente Martín Vizcarra no hay una política eficiente, al menos en la práctica, destinada a evitar este tipo de asesinatos que en 2019 van provocando 163 mujeres muertas y casi 200 menores huérfanos.

Primero fue el condenable accionar de los policías de la comisaría de San Cayetano, que no fueron a auxiliar a las víctimas pese a los avisos y a encontrarse apenas a una cuadra. ¿De qué sirvieron las charlas, capacitaciones y directivas a los agentes para que sepan cómo atender a mujeres víctimas de agresión? De nada. Tampoco sirvió la “oportuna” captura del impresentable Adolfo Bazán, acusado de tocamientos indebidos, para distraer la indignación de los peruanos.

Una vez ocurrido el asesinato de la señora Tejeda y sus hijos, la ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. Gloria Montenegro, se paseó por todos los medios hablando de cifras, montos de dinero y programas. Sin embargo, nada de eso ha llevado a resultados positivos. Miremos las cifras del 2019 que se va. La responsable de dicha cartera dijo que la culpa la tenía el machismo y tiene razón, pero su labor es encontrar un mecanismo para que esa tara no cueste vidas.

Para hacer más crítica la situación e incrementar el dolor y el malestar por el cuádruple asesinato que pone en evidencia tantas deficiencias, tenía que aparecer la ministra de Justicia y Derechos Humanos, sí, de derechos humanos, Ana Teresa Revilla, quien evitó pronunciarse sobre este hecho de sangre, argumentando que ya estaba en modo Navidad. Le llegó, le resbaló, al igual que a los policías de la comisaría de San Cayetano. Ayer el presidente Vizcarra le bajó el dedo.

Con buenas intenciones, discursos y diagnósticos, no vamos a ninguna parte. Lo muestran las cifras del año que se va. Se deben tomar acciones decisivas frente a este problema, pero no solo en el papel y ante las cámaras, sino en la práctica, en el día a día, y de manera preventiva, para no tratar de hacerse los activos y eficientes mientras las víctimas son veladas. Lo sucedido con la señora Tejeda es indignante, pero más aún lo es la reacción que ha tenido este gobierno.

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